lunes, 2 de diciembre de 2013

Proceso de momificación

Para los egipcios la muerte significaba la separación de los elementos que constituían el cuerpo. Para preservar uno de estos elementos, el ka o doble espiritual del hombre, el cuerpo debía, mantenerse incorrupto. Al enterrarlo directamente en la arena, el cuerpo se conservaba intacto. Pero los cambios en las costumbres funerarias obligaron a los egipcios a buscar una manera de salvar al cuerpo.
Cuando un egipcio moría, después de un corto período de luto su cadáver era trasladado al lugar de la momificación, que al principio era una simple tienda al aire libre y más tarde una construcción de adobe. Allí, los sacerdotes encargados del proceso de embalsamiento se hacían cargo del difunto. Primero se le extraía el cerebro mediante la introducción de un gancho por la nariz, tras romer el hueso etmoides. Se marcaba luego con un pincel una línea en el costado izquierdo del cuerpo, donde se practicaba un corte para extraerle las vísceras. El corazón, que debía controlar el cuerpo en el Más Allá, y los riñones, a los cuales era difícil acceder, se dejaban en el interior. Las vísceras se lavaban con sustancias aromáticas y se colocaban en  los vasos canopos. Una vez hecho esto, el cuerpo se depositaba en natrón durante un tiempo y después se lavaba y masajeaba con perfumes, aceites e incienso para la cabeza. Se le colocaban ojos de cristal para dar sensación de realidad, se le tapaba la incisión con una placa y ya estaba listo para ser vendado.

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